Cueva
de los Tayos
Fue en 1969 cuando Juan Moricz,
un flemático húngaro nacionalizado argentino, espeleólogo aficionado y experto
en leyendas ancestrales, encaró este apasionante misterio del oriente selvático
del Ecuador.
Aunque Moricz no era el primero en tropezarse
con el intrincado de túneles y galerías subterráneas que dan cobijo a los Tayos
(aves nocturnas - imagen inferior - cuyos polluelos son muy codiciados por los
indios shuaras), es innegable su valentía y arrojo al haber sido, sin duda, el
primero en dar a conocer a nivel mundial la existencia de este sistema
intraterrestre.
Leyendo tan sólo el acta notarial
de su hallazgo, con fecha en la ciudad costeña de Guayaquil, a cualquiera se le
encrespan los cabellos frente a estas detonantes afirmaciones:
"...he descubierto valiosos
objetos de gran valor cultural e histórico para la humanidad. Los objetos
consisten especialmente en láminas metálicas que contienen probablemente el
resumen de la historia de una civilización extinguida, de la cual no tenemos
hasta la fecha el menor indicio..."
Frente a esto, es inevitable
pensar en la posible relación entre las planchas que menciona Moricz - halladas
en una cámara secreta de la Cueva de los Tayos - con las planchas metálicas de
complejos ideogramas que han sido visualizadas en nuestra experiencia de
contacto, aquella biblioteca cósmica que los Guías extraterrestres denominaron
"El Libro de los de las Vestiduras Blancas".
Veamos a continuación los
intrincados de este misterio - que palpita aun en la selva ecuatoriana - y cómo
llegó Moricz a descubrir los túneles de esa esquiva humanidad subterránea.
A una altitud aproximada de 800
metros, en una zona montañosa irregular, en las faldas septentrionales de la
Cordillera del Cóndor, se sitúa la entrada "principal", o más bien,
la entrada "conocida" al mundo subterráneo de la Cueva de los Tayos.
El acceso consiste en un túnel vertical, una suerte de chimenea con unos 2
metros de diámetro de boca y 63 de profundidad.
El descenso - no apto para cardíacos - se
realiza con un cabo y polea. De allí, un verdadero laberinto se abre al
explorador por kilómetros de misterio, que deben ser recorridos en la más
absoluta oscuridad. Las linternas más potentes son nada ante semejantes
galerías donde una catedral entera podría caber.
La Cueva es denominada
habitualmente "de los Tayos" debido a que su sistema de cavernas es
el hábitat de unas aves nocturnas llamadas Tayos (Steatornis Caripensis), que
constituyen la misma especie que se ha hallado en otras cavernas de Sudamérica,
como por ejemplo, los "guacharos" en Caripe, Venezuela. El estudio
inicial de esta conexión intraterrestre entre especies de aves nocturnas lo
abordó detalladamente el sabio alemán Alejandro de Humboldt, en su obra:
"Viaje a las Regiones Equinocciales del Nuevo Continente" (1800).
Es sumamente sospechoso que una misma especie
de aves ciegas esté diseminada en diversas cavernas de Sudamérica. ¿Será que
todos aquellos laberintos intraterrestres no son cavernas aisladas y guardan
una conexión?
En las inmediaciones de la Cueva
de los Tayos del Ecuador viven los Shuaras, quienes en el pasado fueron
conocidos con el nombre "Jíbaro" - denominación despectiva para ellos
-, famosos - también en el pasado - por su bravura y el arte de reducir
cabezas. Ellos son los primeros exploradores del sistema subterráneo, ya que
cada mes de abril bajaban a la cueva para hurtar los polluelos de los Tayos -
que son más grandes que una paloma.
Y en medio de esta faena se toparon con una
serie de sorpresas. La más resaltante, fue sin duda, el hallazgo de gigantescas
huellas sobre bloques de piedra que, por sus ángulos rectos y simetría,
sugieren un origen artificial. Moricz recogió estos relatos en su visita al
oriente Ecuatoriano, pudiendo comunicarse sin mayor dificultad con los nativos
gracias a su dominio del Magiar, un antiquísimo lenguaje húngaro similar al
dialecto Shuar. Obviamente, Moricz sabía muy bien a qué blanco apuntar.
Desde 1950 seguía pacientemente
la "pista" que lo podría llevar al reino subterráneo. Algunas
fuentes, incluso, lo vinculan con una extraña orden esotérica húngaro-germana,
hecho que podría explicar el profundo conocimiento esotérico que esgrimía en
sus controvertidas entrevistas a los medios de prensa. Sea como fuere, Moricz
estuvo en Perú, Bolivia y Argentina buscando estas entradas antes de llegar al
Ecuador. En más de una entrevista subrayó lugares como Cusco, el Lago Titicaca
y Tierra del Fuego, como los posibles lugares desde donde "se puede
descender al reino subterráneo".
Según él, la Cueva de los Tayos es sólo una de
las tantas entradas a este mundo perdido, y lo más apabullante: que aun así,
estaríamos hablando de un simple "arañazo" al mundo real de estos
seres intraterrestres, que yacen a profundidades difíciles de alcanzar por el
ser humano.
LAS PLANCHAS METÁLICAS DEL PADRE CRESPI
Quizá una de las aseveraciones
más inquietantes es la existencia de la presunta biblioteca metálica. De
existir, y siempre bajo el testimonio de Moricz, allí encontraríamos registrada
la historia de la humanidad en los últimos 250.000 años, una cifra que moviliza
a cualquiera.
Un punto a tener en cuenta en
relación a estas planchas, nos lleva en línea recta a los extraños objetos que
en su momento custodió el padre salesiano Carlo Crespi, en el patio de la
Iglesia María Auxiliadora de Cuenca. Los objetos habían sido encontrados por
nativos quienes, en acto de amabilidad y gratitud, se los cedieron al padre
Crespi para su custodia.
Muchos de estos objetos - por no
decir todos - posteriormente fueron robados. Si el padre Crespi aun estuviese
con vida, quizá podríamos rastrear el origen exacto de tan enigmáticas piezas
que parecían ser muy antiguas, mostrando indiscutibles ideogramas en relieve,
una suerte de "código de información" o "escritura".
En 1976, en la primera página de
la revista norteamericana Ancient Skies, apareció un revelador artículo del
filólogo hindú Dileep Kumar, quien analizando los símbolos que se muestran en
una de las piezas del padre Crespi - una lámina aparentemente de oro, de unos
52 cms. de alto, 14 cms. de ancho y 4 cms. de grosor - concluyó que los
ideogramas pertenecían a la clase de escritura Brahmi, utilizada en el período
Asokan de la historia de la India, hace unos 2.300 años...
Cuatro años más tarde, el doctor Barry Fell -
Profesor de Biología de la Universidad de Harvard - identificaba 12 signos de
la lámina en cuestión con los propios signos empleados en el Zodíaco.
Y bien, teniendo en cuenta que
estos objetos se hallaron en el Ecuador, no era descabellado darle al menos el
beneficio de la duda a la biblioteca metálica descubierta por Moricz en la
Cueva de los Tayos.
ERICK VON DÄNIKEN Y
NEIL ARMSTRONG
Primero apareció en escena el
famoso escritor suizo Erick Von Däniken, quien supo cautivar a Moricz para que
le diese material fotográfico y la versión oculta de su hallazgo, hecho que fue
espectacularmente explotado en el libro "El Oro de los Dioses"
(1974), donde Däniken no sólo se limitó a fantasear con la versión original de
la historia, sino, por si fuera poco, sostenía haber ingresado él mismo a la
Cueva de los Tayos "en sus sueños" y haber visto con sus propios ojos
la biblioteca metálica.
El libro fue un bestseller mundial, vendiendo
5 millones de copias y traducido a 25 idiomas.
NI UN PESO PARA MORICZ
El libro, cautivó de manera
particular al lector europeo.
"Däniken incluyó fotografías
del Archivo Moricz-Peña Matheus que mostraban el interior de las cuevas, e imágenes
de la planchas metálicas del Padre Crespi",
...y fue así como el ingeniero
escocés Stanley Hall contacta con Moricz para proponerle una expedición
internacional a la Cueva de los Tayos.
Moricz aceptó siempre y cuando él fuese el
jefe de la expedición y que ningún objeto hallado en el mundo subterráneo
podría ser retirado. Como era de esperarse, Hall no aceptó la propuesta.
Inmediatamente desechó la presencia de Moricz en la expedición y se comunicó
con el Gobierno de Inglaterra.
Resultado: En julio de 1976 se llevaría a cabo
una expedición Ecuatoriano-Británica, con un intimidante personal militar y
científico y, para añadir la cereza a la torta, la presencia del astronauta
norteamericano Neil Armstrong.
Desde luego, esta no sería la
primera incursión del astronauta en un lugar donde "las papas
queman". Recordemos tan sólo sus frecuentes visitas a Paysandú, Uruguay,
debido a la intensa actividad Ovni en la estancia de la Aurora -popularizada
por el escritor brasilero Trigueirinho.
El mismísimo dueño de la estancia
donde ocurrieron los hechos, Angel Tonna - con quien tuve la oportunidad de
compartir en su casa de Paysandú en 1999 - aun recuerda las visitas de
Armstrong quien, además, le confió en su propia estancia de Uruguay que la
misión Apolo XI de 1969, enfrentó un encuentro cercano del Tercer tipo en la
Luna.
¿UN PLAN SECRETO?
Las investigaciones
Ecuatoriano-Británicas se desarrollaron por 35 días, instalando un generador de
electricidad en el campamento base, a escasos metros de la boca misma de la
Cueva, descendiendo a diario a las profundidades para desarrollar sus
"investigaciones geológicas y biológicas". Según el informe final, la
comisión de estudiosos concluyó que la Cueva de los Tayos no tenía origen
artificial, y que no existían indicios de trabajo humano.
Todo lo había hecho la naturaleza...
Una conclusión desconcertante
teniendo en cuenta los claros dinteles y bloques de piedra que se pueden
encontrar en el sistema intraterreno, muy similares a los que halló,
paradójicamente, el equipo de arqueólogos de la expedición a mitad de camino
entre el campamento base y la unión del río Coangos con el Santiago. Hallaron
un muro megalítico de aproximadamente 4,50 metros de largo por 2,5 metros de
alto.
El espeleólogo argentino Julio
Goyen Aguado -presente en las primeras expediciones a la Cueva de los Tayos,
incluyendo la incursión ecuatoriano-británica- sostenía que la expedición de
1976 fue financiada por la Iglesia Mormona, ya que las planchas metálicas que
aludía Moricz recordaban las propias planchas de oro que recibiera el profeta
Joseph Smith de manos del ángel Moroni.
Teniendo en cuenta diversas leyendas mormonas
apuntan a que los citados registros estarían ocultos actualmente en algún lugar
de la cordillera de los Andes, es curioso notar que la zona donde se ubica la
Cueva de los Tayos se denomina "Morona", similar al nombre del
"enviado" que contactara a Smith. Sea como sea, Aguayo - ya fallecido
- sospechaba que Stanley Hall pertenecía a los Servicios Secretos del Reino
Unido, además de formar parte de la masonería inglesa, sumamente interesada en
encontrar la biblioteca metálica.
Neil Armstrong, y recordemos bien
esto, también era masón.
No obstante a todo ello, aunque
el tema de la biblioteca metálica ha atraído a muchos buscadores, en verdad
este tesoro oculto despistó a quienes se embarcaban en su busca del verdadero
secreto del mundo subterráneo: aquellos seres que grabaron las planchas.
A fin de cuentas, el informe de
la Expedición echó por tierra el verdadero secreto que yace en la Cueva de los
Tayos, mientras a mitad de todo el jaleo, se llevaban cuatro cajas selladas de
madera que no permitieron abrir a los shuaras, quienes se sintieron engañados y
estafados. Hoy en día recuerdan claramente aquel triste episodio. Los nativos
piensan que se llevaron "algo" de las cuevas...
Cuando Neil Amstrong salió de la Cueva de los
Tayos - donde permaneció tres días - declaró a los medios de prensa que su
visita al mundo subterráneo había superado su vivencia en la Luna.
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