domingo, 18 de octubre de 2015

Apolonio de Tiana 
Apolonio nace en Tiana (ciudad de la Capadocia, actualmente llamada Kemerhisar, en Turquía, a 4 km al sudoeste de Bor), en los primeros años de la era cristiana.2 Su familia descendía de los fundadores de la ciudad. Desde temprana edad, destacó por su inteligencia, su sorprendente memoria, su gusto y facilidad por el estudio y su gran belleza. Se dic
e que fue un niño prodigio.
A la edad de catorce años fue llevado a estudiar con Eutidemo, profesor de retórica en Tarso, pero, descontento con el estilo de vida de los habitantes del lugar, que consideraba burlones e insolentes, pidió a su padre que lo dejase ir a Aegæ,3 pequeña ciudad vecina donde había un templo dedicado al dios Esculapio.
A los 16 años abrazó la doctrina pitagórica. Dejó de comer carne, argumentando que “vuelve espeso el espíritu y lo hace impuro”. El único alimento puro, decía, es aquel que proviene de la tierra: las frutas y verduras. Igualmente se abstuvo de tomar vino, pues consideraba esta bebida contraria al equilibrio del espíritu, entorpeciendo la parte superior del alma. Renunció a toda vestidura hecha de piel o pelo de animal, vistiéndose de lino. Iba descalzo (con sandalias de corteza), se dejó crecer el pelo y se fue a vivir al templo consagrado al dios Esculapio.
Tras la muerte de su padre y al llegar a la mayoría de edad, Apolonio heredó una fortuna
considerable a la que renunció, quedándose con lo estrictamente necesario para sus desplazamientos y alimentación. Repartió los bienes entre su hermano (un joven entregado a una vida disoluta) y algunos familiares, explicando que llevaría una vida de asceta y por tanto nunca formaría un hogar.
Su género de vida y su lenguaje sentencioso y oscuro hicieron tal impresión que no tardó en verse rodeado de numerosos discípulos. Se dice que fue admirado por los brahmanes de la India, los magos de Persia y los sacerdotes de Egipto. En Hierápolis, en Éfeso, en Esmirna, en Atenas, en Corinto y en otras grandes poblaciones de Grecia, Apolonio apareció como preceptor del género humano, visitando los templos, corrigiendo las costumbres, por ejemplo los sacrificios de animales para los dioses, y predicando la reforma de todos los abusos.
Quiso ser admitido en los misterios de Eleusis, mas fue tratado como un mago y se le prohibió la entrada en ellos. Este interdicto no le fue levantado sino cuando ya estaba en los últimos días de su vida. En Roma, a donde según su expresión había ido para ver "qué especie de animal era un tirano", condenó el uso de los baños públicos. También se dice que hizo milagros. Al pasar delante de él el féretro de una doncella de una familia consular, se acercó a ella, pronunció algunas palabras místicas y la doncella se levantó y se fue caminando hacia la casa de sus padres. Éstos le ofrecieron una crecida suma, pero él la aceptó sólo para dársela como dote a la doncella. Un día, encontró una multitud que aterrada miraba un eclipse de sol en medio de una fuerte tormenta. Apolonio miró al cielo y dijo en tono profético: "Algo grande sucederá y no sucederá". Tres días después cayó un rayo en el palacio de Nerón y derribó la copa que el Emperador se llevaba a los labios. El pueblo creyó ver en aquel incidente el cumplimiento de la profecía de Apolonio.
Vespasiano, que le había conocido en Alejandría, le miraba como hombre divino y le pedía consejo. Habiendo cantado un día Nerón en un teatro en los juegos públicos, Tigelino preguntó a Apolonio qué pensaba del Emperador: "Le hago mucho más favor que tú, respondió el filósofo; tú le crees digno de cantar; yo de callarse". El rey de Babilonia le pedía un medio de reinar con tranquilidad. Apolonio se limitó a contestarle: "Ten muchos amigos y pocos confidentes". Luego habiendo sorprendido a un esclavo eunuco con la concubina de dicho rey, el príncipe preguntó a Apolonio cómo castigaría al culpable. "Dejándole la vida"", contestó el filósofo. Y como el rey se mostraba sorprendido, añadió: "Si vive, su amor será el mayor de los suplicios".
En el reinado de Domiciano, Apolonio fue acusado de magia, encerrado en un calabozo, después de haberle hecho cortar el pelo y las barbas, y allí cargado de grillos y cadenas. Desterrado después por el mismo Emperador, murió al poco tiempo, lo cual no fue obstáculo para que a su muerte se le erigieran estatuas y se le hicieran honores divinos. Éfeso, Rodas y la isla de Creta pretenden poseer su tumba, y Tiana, que le dedicó un templo, obtuvo en memoria suya el título de ciudad sagrada, lo que le daba el derecho de elegir magistrados.
A estos aspectos de su biografía hay que añadir la singularidad de su muerte (al menos la consignada en Creta), en un templo custodiado por fieros perros que no le atacaron, puertas del templo que se abrieron solas ante él y un coro celestial que lo conminaba a subir, y el hecho singular de que después de su muerte se apareció a un discípulo que dudaba de la inmortalidad del alma. Todo ello según la Vida de Apolonio de Tiana de Filóstrato.
Lampridio asegura que el emperador Alejandro Severo tenía en su oratorio entre los retratos de Jesús, Abraham y Orfeo, el de Apolonio; Vopisco, en su Vida de Aurelio, que hace de él grandes elogios, dice que debe honrársele como ser superior.
Hasta el siglo V, la reputación de Apolonio se mantuvo viva aun entre los cristianos. Prueba de ello es que León, ministro del rey de los visigodos, invitó a Sidonio Apolinar, obispo de Auvernia, a que le tradujera la vida del filósofo escrita por Filóstrato. El obispo escogió el ejemplar más correcto y sobre él hizo su traducción que remitió al ministro con una carta en que ensalza las virtudes del filósofo; diciendo que para ser perfecto sólo le faltaba haber sido cristiano. Al parecer, el descrédito otorgado a él fue causado por sus mismos discípulos que, queriendo realzar el mérito de su maestro, le han presentado como un impostor atribuyéndole milagros y profecías que le colocan a la altura de los embaucadores vulgares. La vida que posteriormente escribió Filóstrato está tomada de otra debida a uno de los compañeros de Apolonio, llamado Damis.
Jacques Bergier, en su libro Les livres maudits (1971), dice esto:
El lector podría preguntarme de dónde he sacado la idea de que obras pertenecientes a civilizaciones muy antiguas se encuentren en la India. Esta idea no es nueva; fue introducida en Occidente por un personaje tan fantástico como Apolonio de Tiana [...] Apolonio de Tiana impresionó mucho a sus contemporáneos y a la posteridad. Se atribuyen a Apolonio poderes sobrenaturales, que él mismo niega con la mayor energía. Es indudable que viajó a la India. Murió a una edad muy avanzada, más de cien años... Lo cierto es que Apolonio de Tiana afirmaba que existieron en su época, o sea en el siglo I d. C., en la India, libros extraordinarios y muy antiguos que contenían una sabiduría procedente de edades extinguidas, de un pasado muy remoto. Al parecer, Apolonio de Tiana trajo de la India alguno de estos libros, y conviene observar que, gracias a él, encontramos en la literatura hermética pasajes enteros de los Upanishads y de la Bhagavad-guita. [...] Damis habla, en lo que nos queda de sus notas, de reuniones secretas, de las que él era excluido, entre Apolonio y los sabios hinduistas... También parece que estos recibieron a Apolonio como un igual, que le instruyeron y que le enseñaron más de lo que jamás habían enseñado a ningún occidental.
Apolonio escribió también una biografía sobre Pitágoras, que se cree fue usada por Filóstrato para cualificarle a Apolonio lo que este atribuyó al Samio; aunque de sus escritos auténticos el único Apolonio de Tiana, el otro Jesús de Nazaret
Por José Manuel García Bautista
Nació hacía el año 4 a.C., promulgó un nuevo orden de paz, amor, de libertad. Le siguió innumerables personas, teniendo sus propios discípulos. Se le atribuyeron milagros, curó a enfermos y revivió a los muertos… Fue condenado y murió bajo el poder romano… ¿Le suena esta historia? ¿Se trata de Jesús de Nazaret? Pues aunque sus vidas fueron análogas no se trata de Jesús de Nazaret sino de Apolonio de Tiana, considerado un mago, una persona que pasó al olvido por que la poderosa figura del rabí de Galilea lo eclipsó. Sin embargo sus respectivas vidas fueron muy similares. Apolonio de Tiana nació en la actual Turquía, en la Capadocia, en la localidad de Tiana Su madre lo concibió tras un sueño místico Filostrato se encargó de realizar su biografía por encargo de la emperatriz Julia Domna en el siglo II.
 Apolonio fue discípulo de Pitágoras y comenzó a promover en su cabeza ideas revolucionarias para la época: caminaba descalzo, no comía carne, comía sólo verduras, iba siempre vestido con una túnica blanca…
 Tras fallecer su padre, cuando tenía veinte años, heredó su fortuna y Apolonio practicó el ascetismo… Su fama trascendió por todo el Mediterráneo y comenzó a tener muchos seguidores. Era una persona singular, viajó a oriente y no pasaba desapercibido, en su viaje a Roma resucitó a una joven recién fallecida, en Éfeso salvó a la ciudad de una plaga, en Corinto practicó exorcismos, en Babilonia hizo de vidente para adivinar el futuro de sus reyes… Estuvo en Egipto, en Etiopía… Conoció a mil y un personajes pero no se encontró jamás con Jesús de Nazaret.
 En Roma fue detenido y acusado de conspiración contra Domiciano y sacrilegio. Ante el tribunal pronunció estas palabras: “no puedes detener mi alma, ni siquiera mi cuerpo” y desapareció…Se esfumó.
 Apareció en Dicearquia y continuó su vida milagrosa. Su muerte se produjo en la ciudad de Creta y tras morir fue visto en otros lugares…

Apolonio de Tiana
 Será posible que en la época de Jesús de Nazareth, más de uno haya sido señalado por ser “diferente”. Y si se tratara de diversas versiones de una misma misión.
 Fue un hombre famoso en su tiempo en todo Oriente, promulgó la paz entre los hombres, tuvo un gran número de seguidores, realizó milagros inexplicables desde la razón, luchó contra los poderosos que oprimían al pueblo, curó enfermos y devolvió la vida a los muertos. Finalmente, fue juzgado por un tribunal romano y nada se sabe de su cadáver. El protagonista de estos hechos podría perfectamente ser Jesucristo, base fundamental de algunas de las religiones más importantes del planeta.Sin embargo, la persona que se corresponde a lo anteriormente citado es Apolonio de Tiana, un misterioso personaje cuya vida es tan apasionante como desconocida es su figura en la actualidad. Apolonio nació en Tiana el año 4 a.C., en la región de la Capadocia turca. Su nacimiento es extraño, como el de Jesús. Su madre tuvo un sueño durante el cual quedó embarazada de él. Fue discípulo de Pitágoras, era vegetariano, iba siempre descalzo, fue atraído por el ascetismo y durante 15 años no pronunció una sola palabra. Cuando murió su padre donó toda su herencia, mostrando su rechazo a los bienes materiales. Recorrió buena parte de oriente y el mediterráneo. En Éfeso acabó con una plaga, en Corinto realizó exorcismos, más tarde se dice que profetizó el futuro de los emperadores en Babilonia; y en Roma resucitó a una mujer muerta. Más tarde viajó a Egipto, Etiopía… siempre rodeado de sus numerosos seguidores. Tuvo una vida muy similar a la de Jesucristo, como hombre capaz de mover masas que le seguían dirigidas por su fe en él como salvador. Finalmente en Italia fue detenido acusado de conspirar contra el emperador Domiciano y de cometer sacrilegio. Le ofrecieron proclamarse culpable pero no accedió por no creerse culpable de tal delito. Cuando lo condenaron dijo lo siguiente: ‘no podéis detener a mi alma, ni siquiera a mi cuerpo’. Y allí mismo, ante el tribunal romano, se desvaneció, desapareciendo antes los ojos de los aturdidos miembros del tribunal. Después de la inexplicable huida de Roma, su pista reaparece en Dicearquia y más tarde en Creta, lugar donde falleció. Tras su muerte se apareció a un joven que tiempo atrás no creyó en sus palabras sobre la inmortalidad del alma. Nunca se ha encontrado su cuerpo.
Apolonio de Tiana
Biografía. Célebre filósofo místico: N. en Tiana, pequeña aldea de la Capadocia, tres o cuatro años antes de J. C.; M. en Efeso hacia el año 97, reinando Nerón.
Pretendía descender de los antiguos fundadores de Tiana y llevado a la edad de catorce años a estudiar con Eutidemo, profesor de retórica en Tarso, sintió tal disgusto al ver la relajación de costumbres de aquella ciudad, que consiguió de su padre le permitiera trasladarse a un pueblo vecino.
A ejemplo de Pitágoras, cuyas doctrinas había abrazado, sólo se alimentaba de legumbres, se abstenía del vino y de las mujeres, daba sus bienes a los pobres y vivía en los templos.
Su género de vida y su lenguaje sentencioso y oscuro, hicieron tal impresión en el vulgo que no tardó en verse rodeado de numerosos discípulos. Los artesanos abandonaban sus talleres; las ciudades le enviaban embajadores; los árabes cantaban sus alabanzas y se dice que se hizo admirar de los brahmanes de la India, de los magos de la Persia y de los sacerdotes del Egipto. En Hierápolis, ciudad de la Siria situada en el lugar en que estuvo la antigua Nínive, en Efeso, en Esmirna, en Atenas, en Corinto y en otras grandes poblaciones de la Grecia, Apolonio apareció como preceptor del género humano, visitando los templos, corrigiendo las costumbres y predicando la reforma de todos los abusos.
Quiso ser admitido en los misterios de Eleusis, pero tratado de mago se le prohibió la entrada en ellos, interdicto que no se le levantó hasta los últimos días de su vida. En Roma, a donde según su expresión había ido para ver qué especie de animal era un tirano, condenó el uso de los baños y hasta se dice que hizo milagros.
Al pasar por delante de él el féretro que conducía a una doncella perteneciente a una familia consular, se acercó a ella, pronunció algunas palabras místicas y la doncella, a quien se creía muerta, se levantó y se fue por su pie a casa de sus padres. Éstos le ofrecieron una crecida suma, pero él la aceptó sólo para dársela como dote a la doncella. Un día, la multitud aterrada presenciaba un eclipse de sol acompañado de una fuerte tormenta.
Apolonio miró al cielo y dijo en tono profético: «Algo grande sucederá y no sucederá». Tres días después cayó un rayo en el palacio de Nerón y derribó la copa que el Emperador se llevaba a los labios. El pueblo creyó ver en aquel incidente el cumplimiento de la profecía de Apolonio.
Vespasiano, que le había conocido en Alejandría, le miraba como hombre divino y le pedía consejo, que el filósofo le daba con la misma libertad que había usado ya en muchas ocasiones. Habiendo cantado un día Nerón en un teatro en los juegos públicos, Tigelino preguntó a Apolonio qué pensaba del Emperador: «Le hago mucho más favor que tú, respondió el filósofo; tú le crees digno de cantar; yo de callarse». El rey de Babilonia le pedía un medio de reinar con tranquilidad. Apolonio se limitó a contestarle: «Ten muchos amigos y pocos confidentes».
Sorprendido un esclavo con la concubina del mismo rey, el príncipe preguntó a Apolonio cómo castigaría al culpable. «Dejándole la vida», contestó el filósofo. Y como el rey se mostraba sorprendido, añadió: «Si vive, su amor será el mayor de los suplicios».
En el reinado de Domiciano, Apolonio fue acusado de magia, encerrado en un calabozo, después de haberle hecho cortar el pelo y las barbas, y allí cargado de grillos y cadenas. Desterrado después por el mismo Emperador, murió al poco tiempo, lo cual no fue obstáculo para que a su muerte se le erigieran estatuas y se le hicieran honores divinos. Efeso, Rodas y la isla de Creta pretenden poseer su tumba, y Tiana, que le dedicó un templo, obtuvo en memoria suya el título de ciudad sagrada, lo que le daba el derecho de elegir magistrados.
Lampridio asegura que el emperador Alejandro Severo tenía en su oratorio entre los retratos de Cristo, Abraham y Orfeo, el de Apolonio, y Vopisco (Vida de Aurelio), que hace de él grandes elogios, dice que debe honrársele como ser superior a la humanidad, y promete, si el tiempo no le falta, escribir la vida del hombre que hizo cosas que sobrepujan el límite de las facultades humanas.
Hasta el siglo V, la reputación de Apolonio se mantuvo viva aun entre los cristianos. Prueba de ello es que León, ministro del rey de los visigodos, invitó a Sidonio Apolinar, obispo de Auvernia, a que le tradujera la vida del filósofo escrita por Philostrato. El obispo escogió el ejemplar más correcto y sobre él hizo su traducción que remitió al ministro con una carta en que ensalza las virtudes del filósofo; diciendo que sólo le faltaba para ser perfecto haber sido cristiano.

A lo que parece, a lo que debe su descrédito es a sus mismos discípulos que, queriendo realzar su mérito, le han presentado como un impostor atribuyéndole milagros y profecías que le colocan a la altura de los embaucadores vulgares. La vida que posteriormente escribió Philostrato está tomada de otra debida a uno de los compañeros de Apolonio, llamado Damis. De sus escritos auténticos el único que nos queda es la Apología, conservada por Philostrato (VII, 7).que nos queda es la Apología, conservada por Filóstrato.

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